miércoles, 20 de junio de 2012

Indestructible

Duele.

No sabía que dolería tanto. Sencillamente, pensé que la pérdida de un ser querido solamente era una realidad más que afrontar. Yo, con lo frío que soy... ¿Como siento que se me desgarra el alma?

Y aquí le tengo. Mi amigo, mi aliado, mi hermano... muerto. Yace en mis pies como la maleza pisoteada de un cazador desdichado. Por su culpa... la culpa de ese mal nacido que le ha arrebatado la vida de un solo corte en cuello.

Me incorporo muy lentamente. Me pesan los hombros. Siento que mi alma se queda amarrada a su cuerpo carente de la suya propia. Ni en el mismo fragor de la batalla, me he visto envuelto en una neblina de pesares como ahora. Pero no es miedo... es ira. La rabia está consumiendo todo mi ser. Cada vena esta rebasando la sangre envenenada que porta mi cuerpo.

Miro hacia delante. Están todos mis enemigos, esperando a rematarme. Sus sonrisas burlonas no me afectan en lo más mínimo, de hecho me divierten. Vuelvo a observar a mi único amigo y le juro en silencio que lo pagarán. Sí... lo pagarán con sangre.

Ahora mi mirada es carente de sentimiento. Un pozo de agonía me corrompe hasta tal punto que me hace caminar solo. Me mueve lentamente, con cada paso, hacia un objetivo al que arrebatar la vida. Este, manco de sentido común, se abalanza hasta su funesto e inevitable destino.

No le da tiempo a reaccionar. Mis músculos, fortalecidos por mi sed de venganza, han parado su estocada y en un momento, su liquido carmesí chorrea por su garganta abierta. Sus compañeros, horrorizados, dan un pequeño pasa atrás, pensando realmente si vale la pena luchar contra este hombre.

Pero no les doy tiempo, sigo avanzando. No soy ahora un hombre. Solo un demonio sin escrúpulo en su piel blanca, manchada de rojo de un muerto adyacente. Con un grito de furia, me lanzo sobre ellos.

No son capaces de abatirme. Uno a uno, caen entre las más horribles masacres, cercionando su cuerpo por sus miembros y cortando de raíz su médula espinal. Su sino, ha sido morir por mis propias manos y no lo pueden evitar.

Tras ser manchado por su sangre, regocijado sobre sus mutilados cadáveres y viendo al final del camino a mi verdadero enemigo, sigo la marcha como si la anterior enmienda no ha sido más que un contratiempo.

No me detengo. Solo lo tengo a él fijo en mi mente. Solo él.

Pero muy dentro mío... en mi rincón secreto, donde nadie puede entrar, un amigo espera ansioso a que me reúna con él llevando como trofeo la cabeza de su asesino.

No te preocupes... ya voy.